La sordera es la deficiencia sensorial más frecuente, siendo especialmente causa de discapacidad en personas mayores de 65 años, existiendo una tendencia en dicha población a desestimar sus repercusiones o a considerarla un aspecto inevitable asociado a la edad. Numerosos estudios ponen también en evidencia diferentes formas de deterioro asociado a la disminución de audición a dichas edades, y como sus efectos pueden paliarse corrigiendo la pérdida auditiva dependiendo de cada caso.
Calidad de vida
La disminución de audición se asocia con un deterioro en la calidad de vida relacionada con la severidad de la pérdida auditiva. Es frecuente observar en personas mayores con problemas de audición no tratados una marcada tendencia a aislarse social y familiarmente, dejando de participar en conversaciones, abandonando el uso el teléfono, restringiendo sus salidas a teatros, cines, conferencias, etc., distanciándose de sus amistades al dejar de frecuentar tertulias, partidas de cartas y otras actividades que realizaban cuando podían comunicarse sin problemas.
Un estudio publicado en la revista The Gerontologist realizado en personas con edades comprendidas entre 53 y 96 años utilizando escalas para medir las dificultades para comunicarse y su repercusión en las actividades de la vida diaria, demuestra la relación que existe entre el grado de la pérdida auditiva y el deterioro en la calidad de vida.
Funciones cognitivas
La disminución de la agudeza auditiva puede contribuir al deterioro cognitivo. Un estudio epidemiológico publicado en la revista Audiology realizado en personas mayores de 65 años, mostró que en las personas con un deterioro cognitivo moderado o severo era más frecuente encontrar pérdidas auditivas asociadas que en aquellas con un funcionamiento cognitivo normal.
Envejecimiento cerebral
Ya en un Congreso de ORL celebrado en 1992, se planteó que la sordera puede contribuir al envejecimiento cerebral: «los resultados de estudios neurológicos revelan que los estímulos auditivos constituyen una parte esencial en la activación de las neuronas cerebrales de compensación, cuyas funciones se activan en la vejez precisamente para paliar la pérdida de otras neuronas». «La estimulación cerebral se produce obviamente a través de los sentidos, pero no todos contribuyen se la misma forma. Contrariamente a lo que podría pensarse, la vista solo proporciona el 20% de esos estímulos. Al gusto, al olfato y al tacto se les atribuye un 10% a cada uno. El resto corresponde al oído». Estudios efectuados en grupos de personas mayores revelaron que «los síntomas de envejecimiento cerebral se habían precipitado con mayor rapidez en los que padecían sordera”. De ahí la importancia de tratar la sordera, ya que el 80% pueden resolverse o corregirse con audífonos y otro 15% mediante intervención quirúrgica.
¿Cuando acudir al otorrinolaringólogo?
En principio se debe acudir al otorrinolaringólogo especializado en problemas de audición en cualquier momento de la vida en que se planteen dudas acerca de su audición.
Como prevención, deben realizarse un estudio de audición:
1. Si existen antecedentes familiares de hipoacusia.
2. Si ha tomado medicamentos ototóxicos .
3. Si el oído le supura o padece otitis.
4. Si tiene ruidos (acúfenos) en los oídos.
5. Si ha trabajado o trabaja en ambientes ruidosos.
6. Si ha practicado o practica deportes en que se producen ruidos intensos (p.e., caza).
7. Si tiene dificultad para mantener una conversación con varias personas.
8. Si tiene dificultad para seguir una conversación en ambiente ruidoso.
9. Si con cierta frecuencia necesita que le repitan alguna palabra.
10. Si tiende a aumentar el volumen de la televisión, la radio etc.
El diagnostico de la sordera
Una vez que acude al otorrinolaringólogo (O.R.L.), le examinará los oídos (limpiándolos de cerumen si es necesario), la nariz y la garganta, le realizará un estudio de su audición y puede solicitar otras pruebas cuando lo considere necesario (p.e., estudios radiológicos).
El estudio de la audición se realiza mediante pruebas subjetivas y objetivas que nos aportan datos en relación a si existe o no una alteración auditiva, y en caso afirmativo, de que tipo es, de que grado y que tratamiento requiere.